
Señor, quiero salvar mi alma, pero los pensamientos no me dejan.
¿Qué hacer en mi aflicción? ¿Cómo me salvaré?
Tal día como hoy pasaba a la casa del Padre, Antonio Abad (251-356)
Un día el santo padre Antonio, mientras estaba sentado en el desierto, fue presa del desaliento y de densa tiniebla de pensamientos. Y decía a Dios: «Oh, Señor, yo quiero salvarme, pero los pensamientos me lo impiden. ¿Qué puedo hacer en la aflicción?» Entonces, asomándome un poco, ve Antonio a otro como él, que está sentado y trabaja, después interrumpe el trabajo, se pone de pie y después se sienta de nuevo y se pone a trenzar cuerdas, y después se levanta de nuevo y ora. Era un ángel del Señor, enviado para corregir a Antonio y darle fuerza. Y oyó al ángel que decía: «Haz así y serás salvo». Al oír aquellas palabras, cobró gran alegría y aliento: así hizo y se salvó.
Trazos y rostros de la fe,
de Harold Segura
Las riquezas de vanidad disminuirán; pero el que recoge trabajando las aumentará. La esperanza que se prolonga, es tormento del corazón; mas árbol de vida es el deseo cumplido. El que menosprecia la palabra, perecerá por ello; mas el que teme el mandamiento, será recompensado. La ley al sabio es manantial de vida, para apartarse de los lazos de la muerte.
Prov 13, 11-14