Sábado III de Cuaresma

El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no
Lc 18, 9-14

Estoy sentado aquí
y ni siquiera sé si tengo valor para rezarte.
Me siento como un mendigo maloliente
llamando a tu puerta.
Te llamo,
con la esperanza de que tu amor
me acoja,
me cure,
me libere
y me haga sentir de nuevo
como un hijo amado.

A Mª Cristina,
en el día de su cumpleaños
.

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Sábado II de Cuaresma

Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido
Lc 15, 1-3. 11-32

Padre de los extraviados,
de los que se enredaron en alegrías fáciles,
de los que derrocharon tus dones,
de los que desfiguraron tu imagen,
de los que, aunque con miedo,
quieren volver,
acógenos de nuevo.
Espéranos con los brazos abiertos.
Ábrenos de nuevo las puertas de tu casa
y de tu corazón para que
recuperemos la alegría y la dignidad,
para que nos sintamos, una vez más,
hijos amados.

Sábado después de Ceniza

No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan
Lc 5, 27-32

Jesús, en este camino de Cuaresma,
el paso más importante
lo has dado Tú,
que te has acercado a mí.
Que me desafías a dejar atrás
mis preocupaciones
y mi cómoda mediocridad.
Que me invitas a seguirte.
Gracias, Jesús,
por ver en mí a alguien capaz
de un futuro mejor y más grande.

Sábado V del Tiempo Ordinario

La gente comió hasta quedar saciada
Mc 8, 1-10

Mi búsqueda de Cristo consistirá en buscar y redescubrir cada uno de los fragmentos o estremecimientos de humanidad en el Evangelio devolviendo al corazón todos los temblores de lo humano que surgen de la aventura y de las palabras de Jesús: las relaciones con los niños, con las mujeres, con los amigos; con el sol y el viento; con las aves y las flores; con el pan y el vino; con la luz, con el Padre.

Sábado IV del Tiempo Ordinario

Le dio lastima de ellos, porque andaban como ovejas que no tiene pastor
Mc 6, 30-34

Cada vez menos se llama a un hombre por su nombre propio; cada vez menos será tratado como persona este ser único en el mundo, que tiene un corazón, sus sufrimientos propios, sus problemas, sus alegrías y una familia que no es la de los demás. Jesús os pide amar a algunos hombres desgraciados, a algunos pobres, a algunos enfermos, amarlos con amistad, tiernamente, como personas y no como casos que solventar. Creo que mi corazón está con cada uno de esos pobres. pequeños o grandes, y que cada uno es amado por Dios como un amigo íntimo y único, y que Dios no mira nunca a los hombres de una «manera general». Me gustaría tener tantos corazones como hombres hay sobre la tierra, y yo creo que este es el misterio de la Caridad divina. No hay hombres «en general», Dios no sabe qué es el «hombre en general». Para él hay solo personas vivas y amadas y a quienes él llama por su propio nombre. Este es un gran misterio, pero el único que me alivia y me impide adentrarme en la desesperanza.

René Voillaume, 1905-2003

El pasado 2 de febrero concluía el canto de la antífona Alma Redentoris Mater. Hasta la Vigilia Pascual disfrutaremos de la bella Ave Regina Caelorum en nuestra particular «sabatina». Se desconoce el origen de esta oración que ya aparece en un manuscrito del siglo XII:

Salve, Reina de los cielos
y Señora de los Ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz
Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.