Primavera…

La primavera
Tomás de Iriarte, 1750-1791

Ya alegra la campiña
la fresca primavera;
el bosque y la pradera
renuevan su verdor.
Con silbo de las ramas
los árboles vecinos
acompañan los trinos
del dulce ruiseñor.
Este es el tiempo, Silvio,
el tiempo del amor.

Escucha cual susurra
el arroyuelo manso;
al sueño y al descanso
convida su rumor.
¡Qué amena está la orilla!
¡Qué clara la corriente!
¿Cuándo exhaló el ambiente
más delicioso olor?
Este es el tiempo, Silvio,
el tiempo del amor.

Más bulla y más temprana
alumbra ya la aurora;
el sol los campos dora
con otro resplandor.
Desnúdanse los montes
del duro y triste hielo,
y vístese ya el cielo
de más vario color.
Este es el tiempo, Silvio,
el tiempo del amor.

Las aves se enamoran,
los peces, los ganados,
y aun se aman enlazados
el árbol y la flor.
Naturaleza toda,
cobrando nueva vida,
aplaude la venida
de mayo bienhechor.
Este es el tiempo, Silvio,
el tiempo del amor.

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19 de marzo: José, esposo de María

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
– «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.
Mt 1, 16. 18-21. 24a

Bendice, Señor, a nuestras familias.
Ayuda a las familias
con padres y madres sobreprotectores.
Ilumina a los padres y las madres
que quieren serlo y no saben cómo.
Enséñales a balancearse
entre la dulzura y la solidez,
entre los pies en la tierra y los ojos en el cielo.
Apóyales para que salgan
de su zona de confort,
para que sus hijos encuentren en ellos
la transparencia de tu ternura.

-foto superior: Capitel del sueño de san José en el monasterio de san Juan de la Peña (Huesca)-

Feliz domingo

IV Domingo de Cuaresma

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
Jn 9, 1-41

El texto sugiere todo lo que el ciego tuvo que pasar para creer en el Hijo del hombre. Superar todo aquello que niega lo humano. Creemos en muchos dioses: el dinero, el honor, la suerte, el aleatorio poder de distribución de los mercados, en lo que sea, pero no creemos en las personas, en el ser humano. Y en el ser humano se ha encarnado Dios y es ahí donde lo encontramos: no conocemos ni confiamos en Dios si no nos fiamos del ser humano. Y eso es lo que hace el ciego cuando, fracasado el intento de coacción sobre todos los interrogados, las autoridades van de nuevo al ciego y esperan obtener de él una confirmación de que Jesús es un pecador, pero él, sin entrar en discusiones doctrinales, responde desde la confianza total en quien le ha curado: «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo»

Feliz domingo

Tal día como hoy…

Cómo guardará, o el viejo, o el mozo la palabra de Dios, o cómo les será lumbre en sus caminos, cuando no la conocen.

Tal día como hoy pasaba a la casa del Padre, Casiodoro de Reina (1520-1594)

De su cofre de joyas espirituales:

Porque el ignorar la Escritura causa herejías […], los que nunca leen la Escritura Sagrada, ni saben qué cosa es. Hablo del vulgo ignorante, que se llaman cristianos: los cuales engañados en falsos profetas, creen y así lo dicen la Biblia ser un libro maldito y descomulgado, lleno de herejías […] Que mucho mayor daño causa la Lección de la sagrada Escritura en lengua vulgar, que leer los libros de los filósofos paganos, y que por ello se prohíbe lo primero, y no lo segundo.

En Trazos y rostros de la fe,
de Harold Segura

Tu palabra es antorcha para mis pasos, luz para mi sendero. Lo he jurado y he de cumplirlo: guardar tus justas disposiciones. Estoy sobremanera humillado, Yahvé, dame la vida conforme a tu palabra. Acepta, Yahvé, los votos de mi boca, y hazme ver tu voluntad. Mi vida está en mis manos sin cesar, pero no olvido tu ley.
Sal 119, 105-109