Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los niños yo he crecido a mi pesar. Si no me agrandas la puerta, achícame, por piedad. Vuélveme a la edad bendita en que vivir es soñar.
No es un Dios de muertos, sino de vivos Mc 12, 18-27
Se trata del Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Padre que se revela a sí mismo en su Hijo por medio del Espíritu Santo, el Dios que deseó tanto ser el Dios del hombre, para que el hombre pudiera vivir como hombre suyo.
Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios Mc 12, 13-17
¡Oh, Señor, a qué hemos llegado! Lloramos los daños temporales, por una pequeña ganancia trabajamos y corremos. Y el daño espiritual se pasa en olvido y apenas vuelve tarde a la memoria. Por lo que poco o nada vale, se mira mucho; y por lo que es muy necesario, se pasa con descuido. Porque todo el hombre se va a lo exterior, y si presto no vuelve en sí, con gusto se está envuelto en ello.
De la mano de Ianire Angulo, esse; te traigo un trabajo de investigación sobre el Evangelio que hoy nos propone la liturgia. Este libro, tesis doctoral de la autora, ya te lo presente en el 2021 y hoy te lo traigo como material para crecer en el conocimiento de la Palabra.
Agarraron al hijo amado, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña Mc 12, 1-12
Pasa mi vida con mi propio reloj. Cada día recibo mis propios afanes sin apenas buscarlos, ni alterarme por eso; apenas gozo un nuevo encuentro. Y de esta manera mis pasos son siempre inesperados. No encuentro lo que busco porque lo ignoro. Y lo espero gustosamente porque lo agradezco. Así mi afán es siempre inesperado, pero bien acogido, sin conocer aún, de antemano, lo que Dios me ofrece. ¿Por qué, Señor, es así mi vida? ¿Es un deseado encuentro contigo? ¿Es que responde al momento en que estoy de la vida, o es que es la manera de encontrarme contigo? Pero acepto, tal vez por comodidad, que eso no tiene porque preocuparme. Y abro la puerta a Dios y le digo que no debo alterarme, pues desde pequeño me he acostumbrado a tratarme así con Dios; que cuento con su comprensión y hasta con su ayuda, que sé que acepta siempre mi confiada presencia. No pienso cambiar. ¡Gracias, Señor!
O heilges Geist- und Wasserbad (Oh Espíritu Santo y baño de agua), BWV 165, es una cantata sacra de Johann Sebastian Bach. La compuso en Weimar para el domingo de Trinidad y dirigió la primera actuación el 16 de junio de 1715.