
Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse
ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público
Lc 8, 16-18
…a un Dios «sensible al sufrimiento», capaz de empatizar con el dolor de la humanidad herida, cuya primera preocupación no es el pecado sino los seres humanos quebrados y doloridos, como se transparenta claramente en la mirada de Jesús a los hombres y mujeres con los que se encuentra y se hace el encontradizo.
María Elisa Estévez López