
Se pedirá cuenta de la sangre de los profetas.
Desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías
Lc 11, 47-54
Ya toda me entregué y di
y de tal suerte he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce cazador
me tiró y dejó rendida,
en los brazos de su amor,
mi alma quedó caída,
y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado
que mi Amado es para mí
y yo para mi Amado.
Toróme con una flecha
enarbolada de amor
y mi alma quedó hecha
una con su Creador.
Yo ya no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado;
que mi amado es para mí,
y yo soy para mi Amado.
Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, 1515-1582
(santa Teresa de Jesús)